La historia, la enseñanza y los derechos de las mujeres fueron los tres pilares en los que se apoyó su incesante labor como humanista. Había estudiado Filosofía y Letras en Zaragoza, y en su enfoque vital la sociología, de la mano de la historia, ocupaba un lugar honorífico:
Como directora del Comité de Ciencias Históricas de Andorra, como profesora de lengua e historia en el colegio de Sant Ermengol o en la Fundación Clara Rabassa, no hubo temática que no le interesara; eso queda manifestados en sus publicaciones en revistas, que resultan incontables. Se le debe mucho, por más que a menudo esa labor pase inadvertida como archivista, esa callada labor en las bibliotecas que permite que una base sólida para los estudios y las afirmaciones posteriores. Encontró mucho por hacer y con el espíritu de las pioneras, se lanzó a llevarlo a cabo.
Pero además trabajó para la Cruz Roja, y para el Comité Internacional de Ciencias Históricas en Laussane, Suiza. Cuando murió en 2020, a los 85 años, había logrado un objetivo loable: que donde no había nada, ni una ordenación sistemática, ni una explicación del pasado de Andorra, ni un planteamiento del presente, ni una idea para el futuro, existiera un guía clara: y que las mujeres, que con tanta facilidad tienden a desaparecer de la historia y del presente, encontraran el reconocimiento, la voz y el voto por el que ella había luchado.